Llegaron al acuerdo el pasado mes de febrero para subir el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) a 1.000 euros mensuales con efectos desde el 1 de enero de este año. La medida supone un incremento de 35 euros sobre el SMI vigente actualmente (los 965 euros brutos en 14 pagas aprobadas en septiembre).
Después del rechazo de la CEOE, la subida solo se ha aprobado con el apoyo de UGT y CC. OO, igual que pasó con el incremento aprobado el septiembre del año pasado.
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, fue la encargada de firmar el acuerdo en nombre del Gobierno, mientras que por CCOO y UGT, lo hicieron sus secretarios generales, Unai Sordo y Pepe Álvarez, respectivamente.
Sin embargo, las organizaciones empresariales CEOE y Cepyme no se sumaron en el acuerdo. Sus órganos de gobierno respectivos rechazaron por unanimidad esta propuesta.
Con la subida aprobada, el SMI experimenta un incremento del 36% desde el 2019, cuando el actual Ejecutivo aprobó la primera subida del salario mínimo. Aquel año estaba en 735 euros.
Después de la firma del acuerdo, la ministra señaló que esta subida «es un hito muy importante para el país», cosa que lleva a cabo «con satisfacción y alegría», después de haber mantenido negociaciones con patronal y sindicatos desde el pasado lunes.
Indicó además, que ya ha dado la orden para convocar el comité de expertos para analizar como queda el escenario de cara en el próximo año detrás la subida del 2022, pero no ha avanzado ninguna cuantía.
Por su parte, el secretario general de CC. OO., Unai Sordo, expresó su «satisfacción» por la firma de este acuerdo, que impactará directamente sobre 1,8 millones de trabajadores, y ha subrayado que es «coherente» con el objetivo de llevarlo hasta el 60% del salario mediano a final de legislatura y con la política que han defendido los sindicatos respecto del conjunto de los salarios en España.
La CEOE alertaba que esta subida contribuirá a «aumentar los costes laborales» y la presión sobre los márgenes de las empresas, hecho que, unido a otros riesgos como el encarecimiento de las materias primas o los cuellos de botella a las cadenas globales de suministro, pueden llevar a un menor dinamismo económico en el futuro y a una menor creación de ocupación.
